Al igual que la alegría no dura eternamente, la tristeza tampoco. Nuestras vidas son cambiantes, en ocasiones impredecibles, por eso mismo lo mejor que podemos hacer es aferrarnos a las cosas buenas cuando se nos aparezcan y disfrutar de ellas como si mañana mismo se fueran a esfumar.
Si por el contrario estamos atravesando un momento sombrío debemos mantener la esperanza en que la luz volverá a brillar y puede que de la manera más intensa que jamás hayamos imaginado, aunque parezca imposible, porque la vida siempre es capaz sorprendernos y colocar a nuestro lado aquello que tanto hemos anhelado: la felicidad.
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