Las impolutas vidrieras trabajadas a conciencia iluminan solo aquello que nos pueden mostrar, dirigiendo nuestra atención astutamente hacia los asuntos que no suponen conflicto. Compuestas por miles de cristales de color, meticulosamente diseñados y ensamblados, permiten que los rayos de luz nos hablen a través de su filtro cromático.
El sol los atraviesa tras pedir permiso, prudente y sumiso, entrando casi de puntillas mientras inunda de un aura solemne algunos rincones de la estancia, sumiendo en penumbra los detalles que no nos quieren revelar.
Porque la historia está llena de secretos inconfesables, traiciones imperdonables y pecados intolerables, que nuestra sociedad comete una y otra vez transformando ese patrón en una respuesta consentida e inevitable para los individuos que la construyen.