Te preparas para alzar el vuelo, con la cabeza en el cielo, los pies aún en el suelo. Bates con fuerza las alas mientras algo firme te aferra, te ata en corto a la tierra. Aleteas con más vigor, pero no logras quebrantar aquello que se enrosca a tu tobillo, por lo que arrastras esa prisión de piedra contigo.
Y ahora todo el planeta persigue tu estela, rumbo al firmamento, para ser libre en ese cielo teniendo al mundo entero como prisionero.
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