Pupilas que atraviesan con reciprocidad.
Tan absolutamente bella, tan absurdamente normal.
Acompañados a cada paso, como una pareja de baile que se adelanta al movimiento de su compañero incluso antes de llegarlo a pensar.
Día tras día, hora tras hora, un latido tras otro trataba de saltar de mi pecho al suyo a riesgo de nunca llegar. Pero jamás logramos sentir nuestro tacto, ya que el roce era demasiado frío y los besos no eran como los imaginados al soñar.
Peleamos con uñas y dientes contra el cristal que coartaba nuestra libertad. Minúsculas garras, ineficaces para arañar la enorme distancia que nos condenaba a vivir a escasos centímetros imposibles de sortear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario