Y aunque es difícil aislarse de todo ese bullicio, es bueno disponer de un rincón en el que perderse, un paraíso real o imaginario en el que despojarnos de las presiones y tensiones que buscan refugio en nuestro pecho. Un espacio propio, íntimo, que nos transporta a un lugar casi desconocido, o demasiado familiar, donde la mente es libre para detenerse un momento y recalibrar su dirección.
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