Pero al cruzar el umbral de esa puerta entreabierta, un escalofrío lo recorre hasta la médula. Una inquietud fría y punzante, que vacía a la vez que llena su pecho. Incapaz de iniciar el movimiento hacia su libertad, se siente paralizado por un sentimiento de incertidumbre que hasta ahora no había experimentado.
Los días en la prisión se empapaban de una impuesta certeza imposible de eludir. Sin la protección de sus paredes, Claudio se siente indefenso, vulnerable. Aquello que debiera oprimirle le proporciona seguridad, porque incluso a vivir encerrado se ha terminado acostumbrando.
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