Quizá esa sea una sensación demasiado cotidiana para ellos como para imprimirle suficiente importancia, habituados a conversar con su yo interior, con quien solo discuten en los momentos estrictamente necesarios.
Tal vez ellos a su vez se sientan apenados por la situación de los otros, los acompañados, que se esfuerzan en realizar malabarismos sobre la cuerda floja para encontrar un momento de genuina soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario