Ante nuestros torpes ojos, las lineas se aproximan allá donde alcanzamos a distinguir, para descubrir a medida que nos acercamos que éstas permanecen separadas, como si un campo magnético las mantuviera a una distancia prudente, evitando el riesgo de un choque fatal e irreparable.
Camina con ellas y descubre su engaño. Acompáñalas hasta ese lejano y difuso final para comprobar las diferencias respecto a lo que creías ver en la distancia. Valora esa equivocación en lugar de castigarte, ya que ser consciente de ella es el primer paso para aprender de tus errores.
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