jueves, 25 de agosto de 2022

Composiciones imposibles

Las ilusiones ópticas engañan nuestros sentidos, se aprovechan de la distorsión que nuestro cerebro sufre al enfrentarse a ellas. Son capaces de desenfocar una verdad y disfrazarla de otra aparentemente más obvia, no permitiéndonos discernir entre la realidad y lo que nuestra mente interpreta de ella. Juegan con nuestra lógica y rompen algún que otro esquema, sugiriéndonos una interpretación diferente a la que nos parecía evidente.

A veces yo me dejo engañar, para saborear ese primer instante en el que una imagen da la vuelta a tu razón y te invita a buscar la forma en que pudo ser tomada. Ese momento no se volverá a repetir, nunca volverá a ser la primera vez que la observe. Por eso valoro esos segundos de inédita sorpresa que nos brinda lo desconocido. Me encanta saber que en la vida siempre quedan muchas cosas nuevas que explorar y primeras veces que experimentar.

martes, 16 de agosto de 2022

Iconos monocromos

Grabaste en mi retina tu perfil el día en que te conocí, dibujado por cada una de tus líneas, un conjunto de curvas y rectas que confluyen limpiamente dando forma a tus aristas. 

Imposible no mirarte, igual de imposible olvidarte, ya que tu imponente forma destaca ante el cielo despejado de una tarde de verano. Un contraste llevado al extremo, con tal intensidad de luz que me ciega, sólo en parte, sólo a veces, sólo si me enfrento a contraluz. Pierdo algunos detalles pero queda tu silueta, segura y firme, mirando desde arriba con tal confianza que te presenta prácticamente intocable para aquellos que te observan por primera vez.

Dile al que te ilumina que se aleje para no deslumbrarte, cuéntale que de lo fuerte que te quiere mostrar no me deja verte, que no te deja ser. Porque para poder ser uno mismo es imprescindible tener libertad para elegir cómo mostrarnos a los demás.

lunes, 8 de agosto de 2022

El reloj dejó de palpitar

El reloj se cansó de caminar hacia adelante, de seguir un ritmo prefijado, siempre constante y preciso. Cansado de lo que se espera de él, de tantas exigencias sin poder disfrutar de un momento de descanso. Cansado de escuchar los deseos de millones de personas para que las horas pasen más rápidas o que al contrario se estire cada una de ellas como si de queso fundido se tratara, siempre a gusto del consumidor, sin tener en cuenta la carga que esto le suponía.

Ese día decidió dar un escarmiento a los humanos y comenzó a urdir un ambicioso plan. Sin apresurarse, con ese ritmo tan aprendido al que ha adaptado sus propios latidos: "Tic, tac, tic, tac". Meticuloso en su labor, ya que paciencia le sobra y si de algo dispone él es tiempo. "Tic, tac, tic, tac".

Empezó por mínimos cambios, apenas unos minutos de diferencia entre relojes. Se divertía viendo el desconcierto generado, y las razones que buscaban para explicar estas pequeñas oscilaciones del tiempo. "Un inusual desajuste electromagnético", decían unos. "Un fenómeno atmosférico desconocido", afirmaban otros. 

A medida que los días pasaban la asincronía se volvió más extrema, mezclando la noche y el día, obligando a la ciudad a despertar cuando apenas se había acostado. El malestar era generalizado y el mundo se sumió en un caos mayúsculo. Finalmente se decidió relegar al reloj de todas sus funciones, sustituyéndolo por otros métodos más automáticos y modernos, de esos que no piensan por sí mismos. El reloj había logrado su ansiado descanso, pero no sentía la satisfacción que había anticipado.

Poco a poco se fue marchitando, su corazón cada vez latía más débil, hasta que se convirtió en piedra. Una piedra fría, dura y robusta que comenzó invadiendo sus entrañas y terminó tapizando cada poro de su piel. En el último segundo, elevó en dirección al cielo una de sus manecillas, justo antes de quedar petrificada. De este modo, pasando desapercibido, el reloj pudo perpetuar el trabajo que mejor sabía hacer. Desde el anonimato y en profundo silencio seguiría marcando las horas, ahora dirigidas por el sol.