miércoles, 27 de abril de 2022

El sol ya no cuenta las horas

El sol tiene prisa por llegar, o quizá sea por marchar, manteniéndose casi quieto, pendiendo sobre el horizonte sin tomar una clara trayectoria.

Ingrávido y ligero, flotando como un globo de helio, que contiene la respiración mientras la tensión abomba sus costuras.

Suspendido en ese instante de equilibrio en que el día puede dar un vuelco y en lugar de amanecer descienda hacia el ocaso y viceversa, sin importarle la hora que marque el reloj.



jueves, 21 de abril de 2022

Una vida más allá de los barrotes

Claudio observa el mundo a través de los barrotes de su celda, pero hoy es el último día de su condena. Ahora podrá explorar aquellos parajes a los que su mente lograba trasladarse para llenar las horas huecas de su larga pena. 

Pero al cruzar el umbral de esa puerta entreabierta, un escalofrío lo recorre hasta la médula. Una inquietud fría y punzante, que vacía a la vez que llena su pecho. Incapaz de iniciar el movimiento hacia su libertad, se siente paralizado por un sentimiento de incertidumbre que hasta ahora no había experimentado.

Los días en la prisión se empapaban de una impuesta certeza imposible de eludir. Sin la protección de sus paredes, Claudio se siente indefenso, vulnerable. Aquello que debiera oprimirle le proporciona seguridad, porque incluso a vivir encerrado se ha terminado acostumbrando.

viernes, 15 de abril de 2022

Felicidades princesa

Hoy hace seis años que nos conocemos, pero de algún modo ya nos habíamos encontrado. Antes siquiera de saber tu nombre, apareciste en mis sueños y me lo susurraste al oído, con esa voz cantarina que te caracteriza. Aún no conocía tu alegre sonrisa, ni tus cálidos abrazos, pero nos unía un vínculo, ya éramos familia.

Y aunque nos vemos poco en estos tiempos tan tormentosos, quiero que sepas que siempre estaré ahí si me necesitas.

Felicidades princesa.


lunes, 4 de abril de 2022

Un lugar donde escucharnos

En estos días en los que vivimos más rápido que nuestros latidos, el ruido alrededor es tan estridente y continuo que no somos capaces de escuchar nuestros propios pensamientos, cayendo abrumados en una frenética rutina difícil de domesticar.

Y aunque es difícil aislarse de todo ese bullicio, es bueno disponer de un rincón en el que perderse, un paraíso real o imaginario en el que despojarnos de las presiones y tensiones que buscan refugio en nuestro pecho. Un espacio propio, íntimo, que nos transporta a un lugar casi desconocido, o demasiado familiar, donde la mente es libre para detenerse un momento y recalibrar su dirección.