A veces te imagino como un cáncer que se extiende bajo la piel. Indómito y preciso, aprovechando cada recurso para hacerse más grande y fuerte, para estar presente en tantos sitios a la vez.
Pero entonces te observo de cerca y veo tu verde melena enroscarse sobre mis dedos en busca de una caricia furtiva. Y comprendo que ese intento de expansión es tan solo un modo de dar salida a tu soledad.
Pobre hiedra herida, sin saberlo tú y yo somos tan parecidas. Al menos me reconforta pensar que siempre tendremos compañía mientras la otra siga viva.