martes, 8 de febrero de 2022

El cielo se abre

Hemera busca incansable la manera de retener entre sus manos un destello de luz, ese hilo de oro que vemos caer entre las nubes justo antes de iluminar todo aquello que toca. 

El cielo se abre, dejando entrever el fulgor del sol. Radiante, volátil, delicado, como si alguien lo hubiese dibujado oblicuamente sobre el paisaje. 

Hemera se estremece, al fin podrá sentir su fino tacto. Ella corre frenéticamente, hasta quedar sin aliento. Pero su entusiasmo se desvanece cuando descubre que aun siendo capaz de alcanzarlo, no logra poseerlo, acariciarlo, no consigue sostenerlo, desprovisto de peso y forma, solo caliente, aunque no suficiente para apaciguar su deseo.

Entonces comprende que ha consumido su fugaz existencia persiguiendo ese haz que era perfecto desde la lejanía, desvirtuándose a corta distancia. 

Apenas le restan unos segundos de vida mientras el ocaso se aproxima, susurrándole al oído: "Si tan solo hubieses observado tu propio reflejo serías consciente de que su luz es tu luz, igual de cegadora, igual de inalcanzable. Pero la avaricia ha nublado tu razón, impidiéndote observar el resplandor que ya poseías en tu interior. Ahora solo podrás sumergirte en mi oscuridad".

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