martes, 12 de julio de 2022

Once meses y quince mil días

Todos hemos escuchado alguna vez que la vida en pareja es una carrera de fondo. Ni siquiera durante los buenos momentos se puede cantar victoria, ya que en cuestión de segundos llega la tempestad amenazando con levantar por los aires hasta los más firmes cimientos.

Es imposible saber si las cosas buenas seguirán bien ni si las malas perdurarán en el tiempo. A veces vemos el camino con nitidez y con una dirección inequívoca pero esa seguridad puede emborronarse con un giro de los acontecimientos, haciéndonos replantear cosas que ayer eran más que claras, cristalinas. Porque todo camino de rosas puede marchitarse, cubriendo el sendero con miles de espinas que harán tan dura la marcha que estaremos tentados a tirar la toalla más de una vez.

Aun así, los hay que a pesar de las malas rachas consiguen seguir adelante, con los dedos entrelazados, en la misma dirección y marcando el mismo paso como si de un baile sincronizado se tratara. Pero sólo ellos saben cuánto han tenido que luchar y a qué han tenido que renunciar para llegar a ese punto de aceptación y consonancia. 

Y ahí siguen a flote once meses y quince mil días después, mano contra mano en su paseo de la tarde mientras superan cada tira y afloja del mejor modo que saben hacer, con una fortaleza entrenada a lo largo de sus 42 años. Rodeados de personas que los quieren profundamente, y que sólo pueden estar agradecidos por su lucha y sacrificio, por la constancia que ha permitido crear ésta familia, que lejos de ser perfecta, es la mejor que cada uno de nosotros hubiésemos podido desear.


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