Te admiro desde una distancia prudente, temiendo acabes siendo consciente de mi tímida intrusión. Una distancia tan prudente que aun mirando hacia mí no serías capaz de verme. Pero sé que nunca mirarás, ya que las diosas como tú no se alteran por pretendientes mortales como yo.
Mi respiración cada vez más superficial termina siendo un débil silbido. Ahogado por tu grandeza y a su vez alimentado por ella. Ya que cuando uno ama, basta una sola mirada para avivar la llama, y en ese instante hasta el aire deja de ser necesario para vivir.
Pero finalmente esa mirada furtiva alcanzó mi pupila, y cuando nuestros ojos se cruzaron, hablaron sin palabras como si se conocieran desde hace siglos, quizás de otra vida.
Precioso como siempre 👍😘
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