lunes, 26 de junio de 2023

Y brotaron edificios entre los árboles

No recuerdo cómo sucedió.

Al principio brotó uno. Tímido y solitario, pero después le siguieron un millón. Altos y brillantes, algunos incluso con aristas cortantes que amenazaban con partir el cielo en dos.

Cada mañana con esmero los regaba mientras observaba su evolución. Abonaba sus cimientos y los dedicaba alguna canción. Pero al llegar la primavera ninguno de ellos floreció.

Cada viga y pilar, cada ladrillo y cristal, dispuestos en un cuidado orden que permitía albergar a los habitantes de una yerma ciudad.

Desde entonces los árboles crecen acomplejados por el porte de sus compañeros de vecindad. Asfixiados, hundiendo sus raíces en el asfalto, tratando de algún modo de escapar. 

Y es que ellos no saben que les necesitamos en su lugar. Nadie les ha contado que no tienen nada que envidiar, ya que ellos sí que florecen, y nos ayudan a respirar.


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